jueves, 8 de junio de 2023
domingo, 8 de agosto de 2021
La exposición de pinturas.
Los alrededores de nuestro pueblo están llenos de caminos y veredas casi olvidados. Ya casi nadie los transita. La hierba los ha recuperado, los llenan de color.
Yo camino por ellos con dificultad. Mis piernas no son las de aquel chiquillo que los recorría saltando y nunca se cansaba. Ahora no corro, no salto, pero miro el paisaje y rememoro una pizca de la olvidada felicidad.
Hoy no he salido del pueblo y sin embargo he rememorado el paisaje de mi niñez en las magníficas pinturas de nuestro paisano Paco Garrido. He disfrutado del cielo azul, limpio, tan real que parece soñado, un azul infinito y perfecto. Esas casas añil con sus paredes de cielo me han llevado a la lejana niñez, porque debajo de ese azul están las paredes blancas de nuestras viejas casas; cuando el añil se vertía en la cal para hacerla aún más blanca.
En sus marinas está la ardiente arena y el blanco sol, el añil de mi niñez y el azul de mis mañanas.
Hoy he experimentado mi solitario paseo en una sala de exposiciones. La belleza de las flores, los frutos vivos en sus naturalezas muertas, el aire fresco en las callejuelas estrechas. Todo gracias a la belleza que el pintor nos regala, y nunca debemos olvidar que esa belleza es fruto de la dedicación, la pasión y siempre, siempre del trabajo del artista.
lunes, 19 de septiembre de 2016
las paredes blancas
Ahora el progreso soluciona aquello que no solucionó el arquitecto cuando proyectó la casa donde las gentes tenían que vivir cortos Inviernos y largos y tórridos Veranos pues el aire acondicionado cuesta mas dinero que unos gruesos muros y unas paredes blancas.
Cuando era niño todas las casas tenían las puertas abiertas, eran raros los hurtos, aunque no había mucho que robar, eran muchas las necesidades lo que significa que a pesar del tiempo pasado la realidad era equiparable.
Los cambios nos cambian
Ahora la banda ya no parece suficiente, para algunas gentes es una es una tradición cateta, son gentes sin raíces cuya cultura nada tiene que ver con sus vidas.
Aunque solo fuera por que el infatigable esfuerzo de decenas de nuestros vecinos hace posible ese deleite sonoro, cuando suena la banda todos deberíamos sentirnos honrados y agradecidos
jueves, 13 de febrero de 2014
Todo va pasando
y los años,
y también la vida,
todo pasa,
y no nos damos cuenta,
que en los días que pasan,
se ahogan las ilusiones,
y en los años perdidos,
también se perdieron los proyectos,
y si no perseveramos,
si nos derrotamos,
si dejamos que la adversidad nos venza,
no quedará nada,
será como si no hubiéramos sido.
El campo en jaulado
El campo en jaulado
Quien olvida la niñez olvida que fue niño.Fui niño en un mundo sin libertad y a pesar de todo fui un niño libre igual que todos los niños de mi generación, vivíamos entre las calles y el campo. En las calles polvorientas, jugábamos sin normas ninguna regla se nos imponía, y ningún horario alteraba nuestros juegos, juegos sin fin, mágicos juegos que llenaban los días de felicidad.
Para hablar de la felicidad siempre hablamos de la niñez, pues somos más felices cuando más ignoramos y afortunadamente los niños tienen la capacidad de seleccionar que quiere saber y que ignorar, y siempre ignoran lo triste y lo doloroso. no importaba para nada si eramos pobres o no, si estábamos enfermos o no, esas cosas no existían en nuestro mundo pues no las dejábamos entrar.
Añoramos la niñez porque con ella perdimos la capacidad de ser felices, y tambien perdimos los paisajes donde era posible la felicidad
El Concierto.
El final del verano es para todos los Bonariegos un tiempo feliz, preludio de una vendimia de la que antaño todos éramos participe, el bendito tiempo de la cosecha y todos sabemos que tras la cosecha vendrán las fiestas, los días de la Santa los mejores del año, y en esos días en que el verano parece otoño y el otoño verano, cuando las nubes juegan al escondite con un sol que agotado muestra sus cálidos rayos (que más parecen tímidos rescoldos que las punzantes llamaradas de “ayer”) pronto derrotado se esconderá huyendo del invierno.En estos días de calor diurno y frescas noches el ayuntamiento organiza espectáculos culturales para todos, y como colofón de las diversas y abundantes actividades culturales y festivas la banda de música pone el broche final de todos los actos, este concierto es seguido por muchos Bonariegos de tal modo que siempre se abarrota el lugar donde se celebra.
El escenario donde tendrá lugar el concierto está preparado, y los músicos poco a poco se dejan ver entre los primeros espectadores, que con indolencia escogen el mejor sitio para sentarse, los chiquillos corretean entre las sillas, desordenando la perfecta simetría con la que fueron colocadas. Los electricistas municipales para estos eventos también ejercen de técnicos de sonido y en el ir y venir desde el escenario hasta la mesa de control son estorbados por el incansable corretear de los críos.
A cada esquina del escenario un policía municipal vigila para que los asientos de la primera fila reservado para las autoridades no sean ocupados por otros ciudadanos y ocurre muchas veces, que los mejores asientos permanecen vacíos mientras muchas gentes tienen que “soportar” todo el concierto de pie.
Entre las voces del publico pueden oírse los clarinetes cantarines y los melancólicos trombones que son acompañados por una cacofonía de sonidos huérfanos que ante la ausencia de la batuta del director se burlan de la armonía y del compás, las gentes hablan más y más fuerte y de pronto la algarabía se desboca, se conversa gritando y cuando el concejal de cultura sube al escenario escoltando al alcalde para clausurar la semana cultural, el griterío compite con los altavoces y las palabras del concejal nadie las oye solo cuando el alcalde comienza su discurso y los siseos consiguen atenuar las voces del auditorio el silencio tímidamente participa del feliz acontecimiento.
Los músicos ya han ocupado sus sitios, el director se hace esperar y esa espera es demasiado larga para que el silencio pueda resistir el embate de las voces que poco a poco pierden la timidez y el estruendo de palabras que compiten entre ellas para destacar en el murmullo, convierten el “auditorio” en un gallinero al atardecer. Por fin aparece en el escenario el director, tímidos aplausos que no derrotan la algarabía y múltiples siseos intentan abrir una brecha por donde pueda entrar el silencio. El director habituado a un público que al parecer vienen a ver el concierto cuando debería venir a oírlo, con gesto autoritario levanta al aire la batuta, este pequeño gesto hace que el volumen de las voces se aminore pero no consigue acallarlas y entre el sonido de los clarinetes y las trompetas se cuelan risas de quienes ven alguien en la fila anterior con el peinado descompuesto y entre los saxofones y las flautas podemos escuchar cómo llaman por su nombre orgullosamente al pequeño que tras un arduo trabajo en el conservatorio consiguió sentarse en el escenario y cuyos orgullosos familiares tienen que aprender aún a respetarlo.
La música poco a poco se impone y si somos capaces de soslayar el ruido quizás podamos disfrutarla bajo las estrellas al fresco una noche del final del verano.